Una historia del Titanic en Belfast
Dos monedas rebotan en un muro de Belfast. He lanzado una, y el guía turístico Donal Kelly la otra. El juego se llama «pitch and toss» y consiste en lanzar una moneda para que rebote en el muro y caiga lo más cerca posible del mismo.
Los jugadores suelen hacer una rima «Closest to the wall, winner takes all» (Quien más se acerque al muro gana y se lo lleva todo). Sigue siendo un juego tan sencillo y adictivo como lo era hace más de un siglo, cuando el bisabuelo de Donal jugaba con sus compañeros de trabajo en el astillero Harland and Wolff.
Hoy, jugamos con un muro de las gradas restauradas y la plaza situadas bajo el Centro Interactivo Titanic Belfast, la emblemática atracción turística del siglo XXI. Pero por aquel entonces las monedas podrían haberse colado bajo una estructura muy diferente: el casco del RMS Titanic.
El barrio del Titanic de Belfast, con el dique seco, la sala de bombas y las grúas de Harland and Wolff (Sampson y Goliath) en segundo plano © Visit Belfast
Titanic: construido en Belfast
El Titanic zarpó de Southampton (Inglaterra) el 10 de abril de 1912, recogiendo pasajeros en Cherbourg (Francia) y Cobh (Irlanda), localidad que por aquel entonces se llamaba Queenstown. Su destino era Nueva York.
Pero el barco más famoso de la historia se construyó en Belfast, en los astilleros Harland and Wolff de Queen's Island. Y, como les gusta decir a los lugareños con el humor negro típico de Irlanda del Norte: «Estaba perfecto cuando zarpó de aquí».
Donal es guía de Belfast Mic Tours y me acompaña por el paseo de la Milla Marítima en la parte de Queen's Island ahora conocida como el barrio del Titanic. Mientras caminamos, me muestra mapas y fotografías de las épocas victoriana y eduardiana tardías que evocan una ciudad industrial con chimeneas humeantes y florecientes empresas de construcción naval, lino, tabaco y whiskey.
En una se ve una animada Queen's Road en 1911, con el casco inconfundible del Titanic cobrando forma bajo una enorme grúa. En otra se ve la misma zona en la década de 1970 con montañas de chatarra.
Donal Kelly, Belfast Mic Tours, fuera del Centro Interactivo Titanic Belfast
«Esto es lo que recuerdo al conducir por Queen's Quay en esa época», me cuenta Donal. «Básicamente no había turismo, salvo algún mochilero valiente».
Estas dos fotos del mismo lugar son fascinantes. Cuando se construyó el Titanic, Belfast era un centro industrial para el Imperio británico. En las décadas de 1970 y 1980, experimentó una decadencia desoladora.
Hoy en día, es un destino turístico con restaurantes deliciosos, arte callejero pionero, magníficas tiendas y museos. ¿Cómo se produjo este cambio a cámara lenta? ¿Cómo ha cambiado la percepción del Titanic en Belfast y qué legado creen sus habitantes que ha dejado en la ciudad a día de hoy, 110 años después de que este lujoso transatlántico zarpara del río Lagan?
Una gran historia que contar
«En 1985, cuando se descubrieron los restos del naufragio, no habríamos podido mantener el sector turístico», comenta Susie Millar, propietaria de Titanic Tours Belfast y presidenta de la Belfast Titanic Society.
Sin embargo, tras 30 años de conflicto, el Acuerdo de Belfast de 1998 dio paso a una nueva era de paz. Casualmente, un año antes, un éxito de taquilla protagonizado por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet catapultó a la fama al Titanic. Entonces nos dimos cuenta: «Tenemos una gran historia que contar».
Susie también tiene un vínculo personal con el barco. «Mi bisabuelo, Tommy Millar, era ayudante de ingeniero. Había perdido a su esposa a principios de 1912, así que se embarcó en el Titanic para trasladarse a Nueva York».
«Tenía dos hijos pequeños que dejó con unos familiares cuando emprendió esta aventura. Pero, evidentemente, no le salió bien y les dejó huérfanos».
El Titanic zarpa de Southampton © Museos Nacionales de Irlanda del Norte, Colección del Museo del Transporte del Úlster
El barco más grande del mundo
El Titanic fue el segundo de los tres barcos de clase olímpica que se construyeron en Harland and Wolff para la White Star Line. Por aquel entonces, el astillero de Belfast era uno de los más grandes del planeta con una extensión de 32 hectáreas en Queen's Island, y en él había hasta 10.000 trabajadores.
Harland and Wolff había construido cientos de barcos, pero el Olympic, el Titanic y el Britannic eran algo más: maravillas de la ingeniería, la tecnología y el lujo que ampliaban el concepto de lo que podía ser un transatlántico.
«Tommy solía volver a casa y contaba a sus hijos que estaba trabajando en el barco más grande del mundo, y que deberían estar orgullosos de lo que Belfast estaba haciendo», comenta Susie.
Su hijo menor, Ruddick, que tenía tan solo cinco años cuando Tommy zarpó, escribió un libro basado en su historia. «Ruddick no podía entender cómo se mantendría a flote», dice Susie.
Queen's Road con los empleados del astillero saliendo de trabajar y el Titanic de fondo, Robert John Welch (1859-1936) Harland and Wolff © Museos Nacionales de Irlanda del Norte
Puede que las aproximadamente 100.000 personas que llegaron para ver el lanzamiento del Titanic al río Lagan con la grúa Arrol Gantry pensaran lo mismo. El transatlántico de 269 metros y nueve cubiertas quedaría eclipsado por los cruceros de hoy en día, pero era una maravilla en su época. «El barco es inhundible», declaró Phillip Franklin, de la White Star Line.
Tenía tres millones de remaches, la mayoría colocados a mano. En el galardonado museo Centro Interactivo Titanic Belfast, un recorrido inmersivo recrea las vistas y los sonidos de un día en el astillero. «Cada barco cuesta vidas y muchas lesiones», comenta una voz. «El constante martilleo se podía escuchar por todo Belfast».
Se necesitaron nueve meses para acondicionar el Titanic en un dique seco, donde carpinteros como el bisabuelo de Donal Kelly, ingenieros como Tommy Millar y cientos de artesanos y trabajadores perfeccionaron el barco. «El mejor camarote que he tenido en un barco», comentó un pasajero de primera clase.
El Titanic tenía varios estilos y niveles de alojamiento, pero los de gama alta siguen cautivando en la actualidad por sus camas con dosel, agua corriente caliente, lavabos de mármol, calentadores eléctricos y un servicio de cinco estrellas. Entre las provisiones a bordo había 8.000 puros.
Exposición de TITANICa en el Museo del Transporte del Úlster, Belfast
TITANICa: una exposición del Titanic
Al visitar la exposición TITANICa en el Museo del Transporte del Úlster, en las afueras de Belfast, veo placas y objetos de plata de la White Star Line en las vitrinas. También me hago una idea de por qué este barco, y esta travesía, siguen cautivando.
La maravilla de la ingeniería, los misterios y las esperanzas no cumplidas. En su viaje inaugural, el Titanic era un ejemplo flotante del sistema de clases de la época eduardiana.
Algunos pasajeros, como John Jacob Astor y Benjamin Guggenheim (que fallecieron), y «la inhundible Molly Brown» (que sobrevivió), eran sumamente ricos. Otros habían ahorrado para viajar en las cubiertas inferiores en busca de una nueva vida. Todos tenían una historia.
En TITANICa, veo una bolsa de agua caliente y un camisón recuperados del fondo marino, junto a un par de frascos de perfume de Adolphe Saafeld, un químico alemán que llevaba muestras para conseguir nuevos clientes en América.
Vista de la popa del barco finalizado en Belfast Lough con remolcadores, Robert John Welch (1859-1936) Harland and Wolff © Museos Nacionales de Irlanda del Norte, Colección del Museo del Transporte del Úlster
El barco «inhundible» se hunde
Y, por supuesto, llegamos al desastre del Titanic. Antes de que el malogrado transatlántico zarpara de Belfast el 31 de marzo de 1912, Tommy Millar entregó a su hijo dos peniques y le ordenó no gastarlos hasta que la familia volviera a reunirse.
«Pero, evidentemente, eso nunca sucedió», comenta Susie Millar. Ruddick «permaneció de pie a orillas de Belfast Lough y vio al Titanic desaparecer dejando atrás Carrick y Larne». Su familia conserva los dos peniques: «Nunca se gastaron».
El Titanic se hundió en la madrugada del 15 de abril de 1912. En un intento de llegar a Nueva York antes de lo previsto, no logró evitar a tiempo un iceberg. Los operadores de Marconi escribieron desesperadamente la antigua señal de CQD y la señal de SOS más nueva, pero el transatlántico tardó menos de tres horas en partirse por la mitad y recorrer a la deriva 3,7 km hasta hundirse en aguas del Atlántico Norte.
«Todos los que me rodeaban dijeron que había desaparecido», comentó un superviviente. El inhundible se había hundió y se llevó consigo a más de 1.500 personas.
La tragedia no tardó en llegar a las portadas. En Harland and Wolff, que había pasado tres años construyendo el Titanic, «hay historias de hombres llorando a mares con las noticias», comenta Donal Kelly. Hubo indignación, investigaciones y cambios en las prácticas de seguridad marítima.
Un tema tabú
Hoy en día, parece que todo el mundo conoce la historia. Mis hijos han dibujado el Titanic en la escuela. Pero no siempre fue así.
Dos años después del naufragio, estalló la Primera Guerra Mundial y el Britannic se convirtió en un barco hospital. Se evitaba habar del tema, sobre todo en Irlanda del Norte.
«El Titanic era un tema tabú», afirma Donal Kelly. «Durante mi adolescencia en Belfast, nunca hablamos de esto fuera de casa», añade Susie Millar. «Habíamos construido un barco fantástico que duró 13 días y se hundió en el océano».
«Sentíamos vergüenza… ¿hicimos algo mal? ¿Fue culpa nuestra? ¿Era un castigo por nuestro orgullo?».
«Sentíamos todas estas emociones. Y a medida que crecía, ocurrieron otras muchas cosas en Belfast… ¡y ya no importaba un barco hundido!».
Vídeo del lugar de descanso del Titanic en el Centro Interactivo Titanic Belfast © Tourism Ireland
Los restos del Titanic se descubrieron en 1985, cuando el oceanógrafo Robert Ballard siguió un rastro de escombros hasta encontrar una proa fantasmagórica que parecía estar arando el fondo marino. «Era como si el Titanic siguiera tratando de llegar a Nueva York», dijo. Pero el conflicto norirlandés hizo que hablar de celebrar el papel de Belfast en la historia, o incluso de turismo, fuese una quimera.
En 1968 se botó el último barco en el astillero Queen’s Yard. Las gradas se convirtieron en un aparcamiento; la economía estaba en declive.
Incluso en la década de 1990, cuando empecé a visitar la ciudad, los amigos que vivían allí me decían que evitara el contacto visual. Las tiendas cerraban a la hora del almuerzo los sábados. No era un lugar para escribir historias de viajes.
Ayuntamiento de Belfast visto desde el Observatory del Grand Central Hotel
Los tiempos cambian
Pero las cosas han cambiado. En 1997 se estrenó «Titanic» de James Cameron, una película basada en hechos reales que todo el mundo fue a ver. Un año después, se firmó el Acuerdo de Belfast, sellando un proceso de paz que en su día parecía inimaginable. Belfast no prosperó de la noche a la mañana, pero de repente, parecía que se podía prosperar.
«Belfast 2.0» fue el titular de una historia que me encantó escribir en la década de 2000. El cambio fue complejo y, por supuesto, engorroso, siempre lo es. Pero en lugar de hablar de conflicto, podía escribir sobre gastronomía y compras.
Los visitantes podían realizar recorridos en taxi negro por sus murales políticos. Lady Gaga y Adele llegaron para los MTV Europe Music Awards.
Surgieron nuevas construcciones, como el centro comercial Victoria Square y The Odyssey (ahora el SSE Arena), así como obras urbanísticas como el Centro de Arte Metropolitano (MAC) y el Merchant Hotel de 5 estrellas. La ciudad tenía incluso un equipo de hockey sobre hielo. El punto de inflexión llegó 100 años después de la botadura del Titanic.
Centro Interactivo Titanic Belfast
Centro Interactivo Titanic Belfast: una atracción estrella
«El Centro Interactivo Titanic Belfast ha sido el catalizador del sector turístico de Irlanda del Norte en los últimos 10 años», comenta Eimear Kearney, su directora de Marketing, a quien conocí tras visitar las galerías. Anteriormente, los belfianos «se sentían cohibidos y un poco avergonzados al hablar del Titanic por considerarlo un fracaso local», afirma Eimear.
Pero hoy en día, esta atracción turística también da a conocer a quienes construyeron el barco y su época. «Fue un punto de inflexión para la ciudad. Teníamos que empezar a hablar de nosotros mismos de una manera más positiva», añade.
El Centro Interactivo Titanic Belfast se construyó en asociación pública/privada y era propiedad de Maritime Belfast Trust, una organización benéfica responsable de conservar y promover el patrimonio marítimo de la ciudad. Me recuerda al Guggenheim Bilbao, ambos con su piel reluciente (con más de 38 metros, sus «cascos» revestidos de aluminio tienen la misma altura que los del Titanic), y fue un catalizador para el desarrollo del turismo.
Cobh (condado de Cork), Cherbourg y Southampton tienen fuertes vínculos con el barco, pero el Centro Interactivo Titanic Belfast ha convertido a Belfast en el centro global del turismo relacionado con el Titanic.
La experiencia del Centro Interactivo Titanic Belfast
En mi visita al Centro Interactivo Titanic Belfast, recorro el astillero, visito réplicas de camarotes, aprendo sobre la vida en Belfast en 1912, veo vídeos del naufragio grabados desde el submarino de Ballard, subo a bordo del verdadero SS Nomadic (un transbordador que transportó a los pasajeros desde Cherbourg y que se puede visitar por separado) y leo citas de visitantes famosos.
«Belfast es una ciudad diferente», leo en una de Barack Obama, expresidente de Estados Unidos. «Las fábricas abandonadas se están reconstruyendo. Las antiguas instalaciones industriales se están recuperando. Llegan visitantes de todo el mundo… Así que, parafraseando a Seamus Heaney, es la manifestación de un talento puro. Esta isla ahora es chic».
No cabe duda de que este edificio ha tenido un efecto galvanizador como atracción estrella que ha atraído a 6,5 millones de visitantes de más de 145 países en su primera década. «El gran imán plateado», como lo denomina Donal Kelly.
Puente de Lagan, Belfast
La Milla Marítima
«El primer centenario [en 2012] siempre fue la fecha clave», comenta Susie Millar. «Debíamos tener un producto que atrajera a turistas de todo el mundo, y lo logramos».
«Pero no todo gira en torno a ese edificio, sino a lo que se ha hecho con los muelles, que ahora se denominan la Milla Marítima. Se ha convertido en un destino en el que puedes pasar tres o cuatro días».
Es verdad. En su día hablar del Titanic era un tabú, pero actualmente se ha aprovechado la historia de este barco y de la ciudad que lo construyó para ayudar a aumentar el turismo.
Ha habido festivales, estrellas Michelin y reformas en el barrio de la Catedral y la plaza C. S. Lewis, en el este de Belfast. Puedo tomar un café excelente, realizar un recorrido gastronómico o musical (¿sabías que Led Zeppelin interpretó por primera vez en directo «Stairway to Heaven» en el Ulster Hall?), visitar una Gaeltacht urbana (zona de habla irlandesa) en el oeste de Belfast o tomar un cóctel elaborado con ginebra artesana local Shortcross o Jawbox en el bar a más altura de Irlanda en el Grand Central Hotel.
Un menú del Titanic
«Tras 30 años de infierno, creo que era el momento adecuado», afirma el chef Conor McClelland, que junto a su esposa Bernie dirige la lujosa pensión Rayanne House en Holywood, a las afueras de Belfast. «Creo que simplemente todo encajó. Cuantos más turistas llegaban, más restaurantes se necesitaban… fue una combinación de todo».
Rayanne es una casa victoriana con vistas al Belfast Lough, y Conor lleva cocinando su Menú del Titanic, un festín para los fans del Titanic, desde 2010. «Es una réplica de la última cena que se sirvió a los pasajeros de primera clase», explica, un espectáculo de nueve platos que van desde una crema de sopa de cebada rematada con nata y whiskey de Bushmills hasta salmón escalfado con salsa muselina y filete mignon braseado con fuagrás y trufa.
Última cena del Titanic, Rayanne House, Belfast
El menú se recreó meticulosamente a partir de recetas y menús que sobrevivieron al naufragio y se sirve en una sala de época adornada con una réplica de la vajilla de porcelana, rosas rosadas y margaritas blancas. «Es sorprendente que un menú de más de 100 años siga funcionando actualmente», comenta de la cocina de influencia francesa. «Era un menú fabuloso… muy lujoso».
La calidad de la cocina irlandesa, así como la confianza en ella, son cada vez mayores, lo que significa que Conor puede obtener la mayoría de sus ingredientes en la isla. Me intriga saber si la familia de Bernie, que se dedicaba al negocio de la fruta a principios de la década de 1900, suministró fruta al Titanic. «También hay vistas al Belfast Lough, por lo que puedes imaginar al Titanic realizando pruebas de navegación», comenta Conor.
Titanic Hotel, en su día sede central y oficinas de diseño de Harland and Wolff
Titanic Hotel
Mi alojamiento ata más cabos. El Titanic Hotel incorpora los antiguos salones de diseño y elementos originales de Harland and Wolff, como las oficinas de los directores, la escalera de hierro y la cabina del delineante jefe en el Wolff Grill.
Mientras saboreo un fletán relleno de salsa holandesa de langosta y curry, leo un panel informativo sobre el despacho, conocido coloquialmente como «The Bollocking Box» (el despacho del rapapolvo) porque cualquiera citado allí solía recibir una bronca.
Las paredes del hotel están decoradas con carteles de la White Star Line y fotografías en blanco y negro del barco, y los escritorios originales de los empleados se han convertido en vitrinas que exhiben documentos e instrumentos de la época. «Es como un museo», bromea el recepcionista.
La famosa cabina del Titanic Hotel, Belfast
«La gran historia de éxito es el hotel», comenta Colin Cobb, de Titanic Belfast Tours, otro guía que conozco y que proclama que se ha «restaurado con buen gusto». Colin lleva años organizando recorridos y me ofrece una evaluación realista y honesta de lo lejos que cree que ha llegado Belfast y lo lejos que tiene que llegar.
Seguimos la Milla Marítima junto al río, pasando por el Centro Interactivo Titanic Belfast, las instalaciones de arte, los fragmentos oxidados de los últimos restos de la grúa Arrol Gantry original y los espacios que esperan a ser urbanizados. Nuestra última parada es la sala de bombas original, parte de la cual albergará una nueva destilería de whiskey, y el dique seco donde se acondicionó el barco. Es un sitio inquietante. «El último lugar en el que el Titanic descansó en tierra firme», comenta Colin.
Centro Interactivo Titanic Belfast y la antigua sede central y oficinas de diseño de Harland and Wolff, ahora el Titanic Hotel
El legado del Titanic
Es increíble a cuántas personas y lugares ha afectado este trágico barco. De regreso en el extremo del varadero, observo una pequeña gallineta común lanzándose al agua, donde el Titanic lo hizo hace más de un siglo. Es un lugar que Susie Millar sigue visitando en los aniversarios para reflexionar, y el sitio en el que Donal Kelly termina nuestro recorrido, después de jugar al «pitch and toss».
Más de un siglo después de que sus bisabuelos trabajaran en el barco, parece que el legado del Titanic representa tanto la destreza industrial como la narración de historias y el auge de una ciudad del siglo XXI.
«Hace 20 o 30 años era muy difícil que los turistas vinieran aquí», reflexiona Donal.
Hoy en día la historia es bien distinta.
Pól Ó Conghaile es editor de viajes de Irish Independent.
Thérèse Aherne es una fotógrafa afincada en Dublín.