En busca de mi familia en Irlanda
Como tantos soñadores, Kathleen siempre había querido visitar Irlanda. «Como orgullosa estadounidense de origen irlandés, sentía en lo más profundo de mi corazón que tenía que ir adonde comenzó mi historia», dice.
Kathleen Maloney en Irlanda
De niña, Kathleen vivía en Nueva Jersey y creció rodeada de la ascendencia irlandesa de sus padres. Cada año, mientras el desfile del Día de San Patricio recorría la Quinta Avenida de Nueva York, su padre señalaba el estandarte del condado de Leitrim y decía con orgullo: «Recuerda, Kathleen, de ahí procede nuestra familia».
Su tía Annie había emigrado a Nueva York desde el condado de Wild Rose a principios de la década de 1900. Kathleen realizó su primer viaje a Irlanda con el certificado de nacimiento de su tía de 1885 y una foto de su padre.
Tras conocer a un lugareño en un pub de Galway versado en geografía, Kathleen se dirigió al condado de Leitrim para visitar Cloone, lugar de procedencia de los antepasados de su padre, los Creegan.
Paseando por el cementerio de la iglesia que figura en el certificado de nacimiento de su tía, Kathleen divisó una lápida inscrita con un nombre que le resultaba familiar: el de su bisabuela. Tras sentir que su corazón se aceleraba por la emoción y sacar unas fotos apresuradamente, ya estaba lista para sentarse y asimilarlo. Pero el día le depararía más sorpresas…
¡No podía creer lo que veía!
Kathleen Maloney
Justo en el límite del pueblo y cerca del cementerio había un pub pequeño y alegre con un escudo familiar ondeando suavemente bajo un único apellido: Creegan. Kathleen fue directamente al pub, donde la recibió un hombre que dijo ser el propietario, Tommy. «Le mostré la documentación de la tía Annie y llamó a su hermana Dolores», recuerda Kathleen. Dolores echó un vistazo a la visitante de cabello pelirrojo y se apresuró a anunciar: «¡Eres una Creegan pelirroja!»
Cloone, condado de Leitrim
Resultó que los Creegan fueron los primeros de muchos primos que pronto conocería. Para Kathleen, esa sensación de pertenencia es irremplazable. Más tarde, otro primo, Mossi, llevó a Kathleen adonde estaba la antigua casa familiar. «Ver el lugar donde jugaba mi abuela de niña fue un sueño hecho realidad. Me llevé unas piedras y cuando regresé a casa, las coloqué en la tumba de mi padre en Fort Lee, Nueva Jersey, y en la tumba de mi abuela en el Bronx».
«Aunque nunca conocí a mis abuelos ni bisabuelos, ahora sé quiénes son y he visto de dónde proceden. Me pertenecen y nunca imaginé la paz y satisfacción que eso me aportaría».
Kathleen Maloney y Tommy Creegan
Sus parientes no fueron los únicos que hicieron que Kathleen se sintiera a gusto en Irlanda. «Me sentí cuidada y bien atendida. Se trata de un lugar fantástico si viajas solo, porque todo el mundo es muy amable… ¡No hubo ni una sola persona de las que conocí, joven o mayor, que no me hiciera sentir bienvenida!».
Esta amabilidad característica es la que ha llevado a Kathleen a visitar 26 de los 32 condados de la isla. Al preguntarle si volverá dice: «Siento que voy a casa cuando vuelvo a Irlanda», afirma Kathleen. «Cuando paseo, tengo la sensación de que mis antepasados caminaron por aquí y vieron este paisaje. La montaña es la misma. Los campos son los mismos».
Hace una pausa. «Siempre volveré».