Qué se siente al alojarse en una casa solariega...
Hilton Park House es una de las magníficas casas de campo de la isla de Irlanda y se encuentra en las exuberantes zonas verdes del condado de Monaghan. Hogar de la familia Madden desde el siglo XVIII, esta grandiosa mansión antigua es ahora una casa de huéspedes maravillosa y acogedora en la que Fred y Joanna Madden te harán sentir como en casa.
Comedor de Hilton Park, condado de Monaghan
La sensación de hospitalidad relajada es evidente en cuanto llegas. No te reciben a bombo y platillo, solo dos niños (la próxima generación de la familia Madden) y dos perritos jugando al fútbol en el campo de croquet que hay frente a la casa. Notarás de inmediato que no se trata de un hotel rural cualquiera, sino de un hogar familiar, y así es desde hace más de 300 años.
Joanna me recibe en la puerta y charlamos sobre la zona y lo que vi ese día (el Geoparque Cuilcagh Lakeland, a solo una hora en coche) mientras me guía hasta mi habitación por una bella escalera tallada. Antes de que se marche, aguanto las ganas de recostarme en mi cama con dosel y admirar las vistas perfectas del lago Hilton desde mi ventana. Después, salgo a explorar.
Hilton Park, condado de Monaghan
La casa está repleta de sorpresas, un portátil maltrecho en el escritorio de la biblioteca, una elegante colección de vinilos oculta en la esquina de la sala de juegos, una colección de sombreros de los antiguos Madden (uno sigue salpicado de sangre de una batalla que tuvo lugar hace mucho tiempo). Incluso hay un guante de una armadura colgado de forma descuidada en un alféizar del vestíbulo.
En la primera planta, descubro las hermosas salas de recepción de Hilton Park, donde varias generaciones de Madden disfrutaban de sus ratos de ocio. Todas las habitaciones están decoradas con muebles antiguos desperdigados de forma aparentemente casual, obras de arte, fotografías y libros familiares, y el efecto es absolutamente fascinante.
Decido acomodarme en la sala de estar, donde un fuego de leña arde en la chimenea de mármol ornamentada, con una copa de vino blanco frío sobre una mesa junto a mí y sin ningún ruido que me moleste. En el exterior, a través de los grandes ventanales de guillotina, el cielo oscurece para dejar paso al crepúsculo.
Después de una noche de sueño reparador, bajo a lo que antiguamente era el salón de los criados, donde desayuno bajo un impresionante techo abovedado. Pido puré de aguacate y huevos escalfados con tostadas de pan de masa madre (Fred es el chef y sus platos justifican la visita), y charlo con Joanna antes de dar un paseo por los jardines y el lago. Con las primeras luces de la mañana, el rocío brillando sobre la hierba y solo los dos perritos como compañía, me siento como si hubiese encontrado el paraíso entre las colinas del condado de Monaghan.